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Los artículos, buscan informar sobre algún tema en particular, formar a los padres y cuidadores para realizar una tarea consiente, e invitar a la reflexión para empoderar y reconocer que los padres somos los primeros y mejores educadores de nuestros hijos.

  • La elección del colegio grande: un matrimonio de 14 años
  • Mama, me mordieron en el jardín
  • ¿Cuánto tiempo necesitan mis hijos de mí?>3. Resiliencia: un regalo de amor para nuestros hijos
  • ¿Cómo hablar de la muerte con nuestros hijos?
  • Los mejores 100 Colegios: ¿para quién?

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1

Mamá, papá, no me des lo que quiero,

¡dame lo que necesito!

Cuando somos padres, todos sin excepción QUEREMOS, soñamos y esperamos que nuestros hijos sean “felices”, sanos y logren ser exitosos y autónomos en su vida. ¿Qué padre no desea evitarle sufrimiento a su hijo? Incluso, en mi caso, he experimentado el deseo de “quitarles” una enfermedad o malestar a mis hijos para sentirlo yo…. Hasta allá llegamos por nuestros hijos… ¡Nos quitamos el pan de la boca!, diría mi mamá.

Es el ideal que cualquier niño despierte en sus padres un deseo de entrega absoluta; la cuestión está en ¿qué entendemos por entrega?, ¿qué es lo que realmente les damos en esa entrega?… ¿cosas?, ¿tiempo?, ¿atención?, ¿escucha?.

Todos QUEREMOS y trabajamos “duro” para que nuestros hijos tengan ¡todo!. Yo pregunto: ¿tengan qué?.

Los padres de hoy en día tienen claro y reconocen que “ESO” que reciben sus hijos los primeros años de vida, en su infancia, determina du vida: su manera de relacionarse, la seguridad en si mismos, su autoestima, su capacidad de resolver problemas, su iniciativa, en últimas, la manera como van a abordar su vida.

Así pues, vale la pena detenernos un minuto a pensar qué es “ESO” que debo ofrecerles, no sin antes preguntarnos si “ESO” es lo que queremos nosotros, o es lo que necesitan nuestros hijos…

ESO, para mi, se llama Amor. Pero el amor en el que trascendemos a nuestros deseos y a los de ellos, el amor que a veces pone límites y dice que no. El amor que reconoce las habilidades y edad del otro para dejarlo ser. El amor que puede ver la grandiosidad y las posibilidades del otro y le permite desplegarlas.

Miles de preguntas y oportunidades aparecen en la vida diaria para AMAR y formar a nuestros hijos: ¿dónde duerme? (en su cama o con mamá y papá), ¿dónde y qué comen?, ¿cómo pongo normas y límites?, además, ¿cuáles normas y límites?, ¿cuánto tiempo debo jugar con ellos y a qué debo jugar con ellos?, ¿cómo debo mostrarles que se “equivocaron”?, ¿cómo enseño a dejar su pañal?.

Ahora bien, cada una de estos “momentos claves” de crecimiento se pueden abordar de dos maneras: desde lo que mi hijo quiere o desde lo que mi hijo necesita. A veces el camino coincide pero frecuentemente no.

La respuesta a estos interrogantes es muy simple, y tiene que ver con el SENTIDO. Cada cosa que hacemos, decidimos o permitimos como padres es movido por una emoción, (culpa, felicidad, tristeza, miedo, rabia) o por un sentimiento (ilusión, esperanza, angustia,) que nos muestra qué es VALIOSO, y qué tiene SENTIDO para nosotros como familia. Y CADA cosa que hagamos, demos o permitamos a nuestros hijos va a tener una consecuencia y un aprendizaje. Si mi hijo(a) ya puede caminar (pues tiene 3 años) y para que no se canse, o por comodidad, lo llevo en coche en un trayecto corto, le doy lo que quiere… pero seguramente (para su desarrollo y su auto-concepto) ¡necesita caminar!. Si la elección es el coche, entenderá rápidamente que no se espera de él que sea capaz de hacerlo. Si mi hijo “decide” porque quiere, no ponerse el cinturón de seguridad, ¡le estamos dando gusto!. Pero, ¿cuál podría ser la consecuencia?. ¿Cuál es el SENTIDO de poner el cinturón, o dejarlo caminar?. Lo que sucede es que no es tan agradable “discutir” o negociar con nuestros hijos condiciones o acuerdos de convivencia, pero esa es nuestra TAREA y debemos asumirla. La disculpa de que los padres no tienen un manual de crianza o que nadie les enseñó a ser padres, se agrava cuando vemos que realmente los que no nacen aprendidos son los niños… por lo tanto somos los adultos los responsables de las consecuencias de las primeras experiencias de vida de los niños(as).

“No es tan grave”, “no pasa nada”, “están chiquitos”, “son para consentirlos” “no tengo tiempo…”, son muchas veces los argumentos para permitir una zona permanente de confort, para no afrontar un momento de aprendizaje. ¡Y puede ser verdad!. Pero son argumentos “amorosos” y generosos si nos anticipamos a las consecuencias de la decisión que estamos tomando.

Para otros cuidadores, o quienes rodean a nuestros hijos siempre será más fácil “tener al chiquito contento”, y aunque en esa función de colaboración el reto es el mismo (lo que quiere el niño o lo que necesita); en estos casos a veces es muy difícil desprenderse del QUERER del adulto.

Tener un hijo es emprender un viaje maravilloso. Pero es un viaje que tiene que tener un destino claro y debe ser guiado por el faro del SENTIDO en la crianza. Es importante tener una brújula y una bitácora que nos permita estar re-pensando el cómo lo estamos haciendo, cómo podemos retomar el rumbo y cómo podemos mejorarlo. Es un viaje en equipo, donde construimos camino. Así que el QUIERO muchas veces no aplica para todos. Un AMOR generoso, LA VERDADERA ENTREGA, no es tener a nuestros hijos felices ahora, es ofrecerles lo que NECESITAN para ellos aprender a ser felices… siempre.

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2

Disciplina Positiva

Unos de los principales retos de los padres en el proceso de crianza es manejar las pataletas, los comportamientos inadecuados y la rebeldía. La Disciplina Positiva nos muestra que las normas, los límites y los acuerdos, son unos de los más importantes regalos de AMOR que entregan los padres a sus hijos, durante toda la vida y la estrategia para ayudarlos a madurar a ser seguros, controlados, respetuosos y felices. Los niños desde que nacen quieren conocer, explorar y “controlar” el mundo que los rodea, y es responsabilidad de sus padres guiarlos, empoderarlos y brindarles herramientas para que puedan relacionarse adecuadamente con su entorno, sus pares y sobre todo consigo mismos. La Crianza Positiva es un camino seguro para crecer con gran autoestima, reconociendo de qué es capaz, hasta dónde puede actuar, dando lo mejor de sí, desde el respeto, para una sana convivencia.

PRINCIPIOS DE LA DISCIPLINA POSITIVA

  1. Todos queremos pertenecer: los niños por naturaleza van a llamar la atención, para ser vistos y atendidos. Esto es muy evidente en la infancia, pero continúa toda la vida.
  2. Respeto: Tener relaciones horizontales con nuestros hijos significa tratarlos como quisiéramos ser tratados, o como en el futuro esperamos que ellos traten a las personas.
  3. Autoridad: la autoridad se gana por la experticia, por saber más acerca de algo. No por ser más grandes. La autoridad se ejerce desde el respeto y el buen ejemplo. ¿Quisiera usted que su jefe (autoridad) o el policía lo gritara, ofendiera, lo ignorara o humillara? Creo que en ese momento perdería toda autoridad. Somos la autoridad de nuestros hijos durante la crianza, pero no nos hace ni perfectos, ni tiranos.
  4. La crianza, las normas, los limites o la disciplina deben tener sentido: es decir, deben construir cerebro, hacer pensadores activos que resuelvan problemas. Permitir que en la construcción se madure emocionalmente. Es particular para cada situación y para cada familia e incluso para cada hijo en algunos casos.
  5. El Amor: no es dar a nuestros hijos lo que ellos quieren, es darles lo que necesitan.
  6. Sintonía y conocimiento: Es importante aprender y reconocer que los niños pasan por diferentes etapas de desarrollo y en cada una de ellas, su comportamiento, varía. Si somos consientes de que las pataletas, o la rebeldía, o el exeso de imaginación, son parte características típicas de algunas etapas, vamos a ser más comprensivos y saber aprovechar cada “crisis” o comportamiento inadecuado como una oportunidad para el aprendizaje.

Por eso ante cada circunstancia desafiante o no con nuestros hijos vale la pena preguntarnos 3 cosas:

¿Por qué actúan así?

Por la etapa de desarrollo, por que está frustrado, porque no está conectado, porque me la montó, porque le cuesta trabajo, porque aun es inflexible.

¿Qué le quiero enseñar?

Pensar en él o ella, no solo en nosotros o apagar el incendio. ¿Le quiero enseñar flexibilidad, o respeto, o paciencia o manejo de tiempo, que sepa parar, o gestión de las emociones?

¿Cómo se lo voy a enseñar?

Si estoy conectado, sintonizado y conozco a mi hijo, rápidamente sabré que método utilizar: abrazarlo, apartarlo, dejar que se frustre, guardarle su juguete, retirarle la comida, darle una explicación…

No todo es premio o castigo, pero si causa y consecuencia.

La crianza consciente y con sentido: conocer a nuestro hijo, saber la causa de su comportamiento, la verdadera… para proponer una consecuencia coherente y justa, de acuerdo con las particularidades de mi hijo(a) y de la situación, de los objetivos que tengo para su crianza y con las herramientas con las que cuento.

Parece complejo, pero cuando comenzamos a aplicarlo, podremos darnos cuenta que está más cercano al sentido común que a una ciencia oculta. Todo se resume en conocernos, conocerlos y tratar a los demás como queremos que nos traten: SENTIDO COMÚN

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3

Resiliencia:

un regalo de amor para nuestros hijos

Solo con pensar en que un hijo nuestro va a sufrir, solo con imaginarlo, ya sentimos que se aprieta nuestro corazón. Nos angustia (se angosta de verdad). Incluso llega a dolernos.

Pensar que van a perder, les va a doler, van a tener momentos duros, nos revuelve el estómago y quisiéramos, si fuera posible, estar ahí por ellos, reemplazarlos en su pena, en su pequeño o gran sufrimiento. Eso es lo natural. Es visceral, es instintivo, es nuestra biología.

Al igual que reaccionar ante un peligro, ante algo que nos molesta, la parte mas antigua de nuestro cerebro domina al resto. Sin embargo estamos dotados de un recurso mágico, que se deposita en nuestra dimensión espiritual que nos permite anteponernos a la emoción, de miedo, o angustia, rabia o tristeza para trascenderla y movernos desde el amor, que se deposita en el centro de nuestra alma.

Suena extraño, pero amar, a veces es permitirle al otro sufrir… incluso a quién más amamos en el universo.

De ninguna manera sugiero generar el sufrimiento ni tampoco abandonarlo en la vivencia. Es reconocer desde la conciencia que ese sufrimiento es justo y necesario para él o ella. Qué sufrimiento sí es necesario y cual es innecesario. Poder ver con desapego y sin ego, que cada cosa que sucede es perfecta… y que todos tenemos las herramientas, la libertad y la responsabilidad de afrontar cada pequeño o gran reto simplemente para crecer, para existir, para ser en cada oportunidad una mejor versión de nosotros mismos.

Si realmente queremos que nuestros hijos sean felices y seguros, permitir, abrazar y acompañar la dosis de sufrimiento que necesitan de acuerdo a su edad, características y contexto, es la pieza que muchas veces le falta al rompecabezas.

Suena confrontador. Suena duro, hasta molesto, es verdad. Porque hemos crecido sobre la creencia de que el dolor, el sufrimiento, las crisis son la parte gris de la vida, la noche obscura. Aquello que a algunos les toca más fuerte que a otros por suerte o castigo y que debemos luchar y enfrentar los retos para dejarlos en el pasado y vivir en paz. En vez de recibirlos, afrontarlos, atravesarlos (incluso agradecerlos), que es tan diferente.

El amor para mí sí es una entrega total, pero total incluye dar paso también a lo que duele y permitirle al otro vivirlo, de nuestra mano, con nuestro apoyo. El amor no incluye hacer daño, es obvio, pero, ¿entonces por qué desde la buena intensión, desde el amor, a veces lo hacemos?.

Hay varios tipos de sufrimiento: el inevitable, el necesario y el innecesario. Yo abogo por el necesario; y lo reconozco como una clase en el currículo de la vida, necesario para avanzar, aprender y crecer espiritualmente. Y la vida es tan generosa que si no trabajamos y pasamos la materia, en el examen se hace evidente y nos toca repetir el curso, tantas veces como sea necesario, hasta que recibimos el regalo del aprendizaje, que no es otra cosa que hacer conciencia.

Esa es la resiliencia. La habilidad de nuestro espíritu de reponernos ante los procesos difíciles de la vida. La posibilidad de experimentar nuestra libertad y de hacernos cargo; de actuar, de responder ante la pregunta de la vida, de decidir algo que nos define, una actitud que nos mueve y un paso que nos salva. La resiliencia es una habilidad que desarrollamos o no, reconociendo en el sufrimiento una oportunidad, aceptando la dosis justa de dolor, como la dosis de maravillosa de amor. Podemos dar ese regalo a nuestros hijos, esa posibilidad, ese aprendizaje desde el Amor que trasciende a nosotros mismos para permitir al otro ser… existir.

Juanita Boada de Narváez
Coach – Asesora
Vida · Familia · Educación

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¿Estamos TODOS preparados

para dejar el pañal?

Dejar el pañal es un proceso natural, que hace parte de una de las etapas más determinantes de los niños, y que depende de su madurez, sus capacidades y su contexto. Es un paso indispensable en sus habilidades de autoayuda, que le permiten reafirmar su independecnia y por lo tanto, desarrollar su autoestima.

Es una tarea en la cual participa no solo el niño(a) como actor principal, sino su familia, el jardín y sus cuidadores. Del compromiso de todos y una buena actitud frente al tema, depende un proceso que puede demorarse 8 días, unos meses e incluso años. Es cuestión de saber con claridad cuándo y cómo es el momento oportuno además de tener la disposición de sintonizarse con él, respetarlo y sobre todo acompañarlo pacientemente.

¿Cuándo es el mejor momento?

Existen varias opiniones sobre cuál es el mejor momento para dejar el pañal, sin embargo, considero que como en muchos otros procesos claves de los niños, sencillamente se da, cuando están listos, física y emocionalmente.

En términos generales entre los 2 y los 4 años, el sistema nervioso ha madurado hasta tal punto, que el esfínter anal (último músculo en desarrollarse) está listo para ser “controlado” por el niño; y sumado a esto, el niño(a) quiere “hacerlo solito”, quiere ser independiente y mostrar a todos que es capáz de ir al baño, ya que sus habilidades físicas y verbales se lo permiten.

Pero, ¿qué es controlar esfínteres?

No es simplemente dejar el pañal y entrenar a un niño a ir regularmente al baño.
El “control” es la capacidad para abrir y cerrar los esfínteres, a fin de retener o de permitir la salida del “pipí” y el “popó”, entendiéndose por esfínter el músculo en forma de anillo que cierra un orificio natural, como es el esfínter del ano o de la uretra. Hay control de esfínter, cuando se puede regular las evacuaciones en forma periódica. El control de esfínteres NO se aprende. Se ADQUIERE cuando el niño está maduro para ello. Al igual que masticar, gatear, caminar, hablar, son funciones que se adquieren cuando los niños están lo suficientemente LISTOS para hacerlo, no cuando mamá o papá lo deciden. Además, son adquisiciones paulatinas que llevan su tiempo para apropiarse y ser parte natural del día a día.

¿Cómo se da naturalmente el proceso?

El proceso natural y biológico que llamamos “SECUENCIA TÍPICA” implica que primero, el niño logre un control intestinal de noche. Luego, un control intestinal de día, es decir, que ya es regular y predecible la hora en que aproximadamente hace “popó””. Posteriormente, vemos que la capacidad de la vejiga aumenta, teniendo que cambiar el pañal un par de veces en la mañana y un par en la tarde. Y por último, amanece seco el pañal de la noche.

¿Cómo se da naturalmente el proceso?

El proceso completo implica que esté en capacidad de:

  1. Sentir la necesidad de orinar.
  2. Esperar o aguantar la necesidad.
  3. Interpretar la sensación.
  4. Decir que necesita ir al baño.
  5. Quitarse el pantalón
  6. Sentarse en el inodoro o mica
  7. Relajar los músculos y “evacuar”.
  8. Limpiarse
  9. Operar la cisterna.
  10. Vestirse

¿Existen pasos que podemos seguir?

Sí. Como vemos, son muchas las cosas a las que se ve enfrentado. Por eso es importante ir paso a paso. Sugiero los siguientes:

Paso 1: Tener las habilidades básicas
Paso 2: Verificar las señales
Paso 3: Preparar a todos los adultos (papá, mamá, cuidadores)
Paso 4: Iniciar el “entrenamiento” o proceso

Paso 1: Tener las habilidades básicas

Antes de comenzar el proceso, el niño debe por lo menos, haber desarrollado tres habilidades básicas:

  • Control motor: por edad, el niño(a) debe estar en capacidad de controlar su cuerpo, jugar seguro y coordinado en un parque y tener buen equilibrio.
  • Comunicación: el niño debe poder comunicarse con acciones o palabras y además tener la suficiente madurez para seguir instrucciones y comprender lo que se espera de él.
  • Deseo: el niño debe tener la intención real de dejar el pañal, ya sea para sentirse “grande”, para parecerse a sus amigos, para complacer a sus padres o para estar cómodo. Solo así el niño asume como propio el proceso y se hace responsable de él.

Paso 2: Las señales

  1. El niño para la actividad en que está y hace muecas o gestos mientras tiene un movimiento intestinal, demostrando que ya se hizo o que va a hacer.
  2. Se torna más regular en su horario de eliminación.
  3. Permanece seco una hora o más durante el día o se levanta seco de la siesta.
  4. Pide que lo cambien cuando está mojado y prefiere estar limpio.
  5. Se da cuenta que el “pipí” y el “popó” salen de su cuerpo.
  6. Quiere ser grande e imita comportamientos de los adultos.
  7. Ha pasado ya el entusiasmo de haber aprendido a caminar y correr y puede sentarse por unos raticos a jugar solo.
  8. Ya logró varios procesos de autoayuda: lavarse sus manos, los dientes, quitarse su ropa, etc.
  9. Se muestra más independiente: pone los juguetes y las cosas en su lugar.
  10. No está en su periodo de excesivo negativismo.

Paso 3: Prepararnos

Emocionalmente: existen determinadas ACTITUDES y TAREAS de los padres y cuidadores que son fundamentales para favorecer el “entrenamiento”.

  • Tranquilidad: Hay que dedicarle tiempo y atención, sin desesperarnos.
  • Hablar claro: explicar a el niño(a) qué se espera de él durante el proceso, y transmitir confianza.
  • Paciencia: Aceptación de éxito gradual más que del instantáneo.
  • Apoyo: No tenemos que dar premios o regalos, la alegría y respeto son suficientes para estimularlo y que se sienta exitoso.
  • Comprensión: entender que los accidentes son parte del proceso y deben suceder para aprender mejor.
  • Motívelo con propuestas como: “vamos al baño” o “a ver quien llega primero al baño”… En esta edad, los niños están en la etapa del NO, así que ante preguntas como: ¿quieres ir al baño?”, con seguridad responderán: “No”.

Tareas

  • Decidir si van a usar mica o el inodoro, y conseguir este último 3 meses antes de iniciar.
  • Comprar la ropa interior necesaria y suficiente.
  • Tener siempre lista una muda.
  • Durante esta etapa, póngale al niño(a) ropa fácil de quitar, les ayuda a sentirse independientes.
  • Enseñarle a usar vaso en vez de tetero.
  • Leerle cuentos relacionados con el tema.

Paso 4: Comenzar el proceso

  1. Siempre que tenga el pañal sucio, botamos el “popó” en el inodoro para que el niño vea la conexión que existe y vea que se va.
  2. Lo invitamos a que nos acompañe a nosotros (los padres) al baño.
  3. Luego le permitimos que se siente en el inodoro o en la mica con ropa, permitiéndole que imite nuestra conducta.
  4. Apenas se despierta en las mañanas, lo invitamos a “intentar” ir al baño. No importa el resultado.
  5. Llevarlo varias veces en el día para que intente, hasta que sea exitoso, y felicitarlo por su ¡gran logro!. Sin haberle quitado definitivamente el pañal.
  6. Si logra tener varias experiencias exitosas en el inodoro, le quitamos definitivamente el pañal.
  7. Una vez quitado, no vale la pena devolvernos en el proceso, pues el mensaje es contradictorio y no le transmitimos confianza

¿Debemos buscar una época específica para iniciar?

Sí. Es importante reconocer que algunas situaciones pueden retrasar o interrumpir el proceso, como son: la llegada de un nuevo hermanito, la entrada al jardín infantil, un trasteo, la pérdida de un ser querido, un viaje del papá, etc. En otras palabras, no vale la pena iniciar el proceso cuando el niño(a) esté atravesando por un cambio emocional. (Tampoco la persona que lo acompaña). La época ideal es donde exista estabilidad y pocos cambios y en casa, la cual conoce y en la que se siente seguro.

¿Y si NO lo estamos logrando?

Dejar el pañal puede convertirse en una guerra de poder entre padres e hijo(a). Y es importante mencionar que, en última instancia, esta guerra la gana el niño(a), pues es él quien tiene control sobre su propio cuerpo. Es un aspecto que “molesta” demasiado a los padres, es el terreno perfecto para que el niño intente “probar” a sus padres. Castigar a un niño(a) por tener accidentes no sirve de nada, todo lo contrario, va a demorar el proceso y el chiquito se llenará de tristeza e inseguridad.
Si el proceso se torna difícil, debemos llenarnos de paciencia y verificar si lo hicimos teniendo en cuenta los pasos y sobre todo, si el niño(a) estaba listo. En pocos casos, debemos hablar con un especialista.

¿Qué NO debemos hacer?

Si prefieren la mica, usarla para otra función diferente que no sea ir al baño.

Dejarlos por mucho tiempo sentados en el inodoro (esperando que algo salga).

Castigarlo cuando tiene accidentes.

Seguir con tetero a esta edad, además de ser un doble mensaje (eres grande vrs. eres bebé) probablemente va a hacer más difícil el proceso, pues el mayor consumo de líquidos hace que tengan que orinar más frecuentemente.

Y el pañal de la noche, ¿cuándo lo quitamos?

El pañal de la noche podemos quitarlo luego de dos meses de amanecer seco. Esto depende del sueño profundo del niño y de la madurez de su vejiga. Puede demorarse desde 1 mes hasta un par de años.

La sintonía con nuestros hijos es sencillamente, la mejor herramienta. Confiar en nosotros como padres, es la mejor estrategia. Hacerlo con amor y respeto garantiza el éxito y la felicidad de los niños.

Juanita Boada de Narváez
Coach – Asesora
Vida · Familia · Educación

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La llegada de un hermano

La llegada a casa de un nuevo integrante de la familia nos llena de expectativas y sentimientos: felicidad, ilusión, y a la vez temor y ansiedad. Habrá que hacer ajustes en la casa y prepararnos todos para una nueva etapa.

Para la pareja es otro ajuste. Otro cambio. Ya un primer bebé revolucionó la pareja, hubo cambio de prioridades y por muchas cosas lindas que trajo, conllevó seguramente que la pareja quedara en un segundo plano. Ahora además del cuidado del primero (si es que no hay más) volvemos a comenzar con la lactancia, pañales, coche, no dormir en las noches, cuidados especiales, etc. Si comenzamos por ser consientes de la tarea tan dura que llega, vamos a estar más preparados. La llegada de un hermano es una revolución para el primer hijo. Éste está ilusionado por cosas que pasarán a futuro, como jugar con él en el parque, o leer cuentos o pasear juntos. Es difícil abstraer que llega un época donde el bebé es muy delicado y no podrá jugar con él, por el contrario deberá respetar sus rituales de sueño y alimentación.

El primer hijo fue hijo único y con ello, todos los beneficios del tiempo y la dedicación exclusiva. Ese primero no conoce otra forma de familia y no tiene que poder imaginar cómo será eso. Podemos hacer una analogía que suena cruel: Es como si el marido le dijera a su esposa que a partir de ahora traerá a otra mujer a vivir a casa, que deberán compartirlo todo, pero que las amará a las dos… Esta analogía no contempla lo positivo que sucede en nuestro caso, en el que se suma un ser más a la familia. Pero ilustra lo desplazado que puede sentirse un niño.

Preparemos todo antes del nacimiento:

  1. No le contemos con mucho tiempo de anticipación. Cuando se note la barriga de mamá es el momento, para que pueda concretamente imaginar que allí adentro esta su hermano.
  2. Involucrémoslo en la preparación del cuarto y de las cosas que necesite el bebé.
  3. Hablemos de “nuestro bebé” y no de “mi bebé”.
  4. Dejémoslo participar en la escogencia del nombre
  5. Mostrémosle que ahora su cuarto y sus cosas son de hermano mayor, resaltando las ganancias que eso conlleva y no la responsabilidad que se le viene.
  6. Si hacen reuniones con regalos para el bebé, es importante llevar un detalle para el hermano mayor.
  7. Podemos llevarlo a las ecografías para que vea que es real y que va creciendo.
  8. Tener en cuenta que la información que se le dé al hijo debe ser no más de la que él requiera, y debe estar adaptada a su edad.
  9. Busquemos y leamos cuentos relacionados con el tema.
  10. Explicarle claramente que mamá con el peso de la barriga se va cansando y probablemente no será tan ágil como siempre. Podemos mostrarle que puede ser comprensivo e inclusive solidario con mamá, y que eso es parte de madurar.

Una vez en casa con el bebé:

  1. Ojalá pueda conseguir ayuda para que le colabore el primer mes. De este modo, además del cuidado del bebé no deba preocuparse por las labores del hogar.
  2. El día del nacimiento del bebé es buena idea que éste le traiga un regalo especial para el hermano mayor.
  3. Es importante que papá ayude, especialmente en la noche para que la mamá pueda descansar y recuperarse para poder estar dispuesta para sus dos hijos.
  4. En el momento de la lactancia es agradable incluir al hijo mayor, contándole cómo era él cuando era un bebé y sobre todos los cuidados que le deparábamos sus padres mientras se lo acuna con el brazo que queda libre.
  5. Las responsabilidades del hijo mayor deben ser las mismas y de acuerdo a su edad; no por convertirse en el hermano mayor debemos aumentarle la carga. Es decir, hacer comentarios como: debes comerte todo porque eres el hermano mayor y debes dar ejemplo. El debe comerse la comida per sé, no por ser el hermano mayor. Recuerda que la decisión de traer un bebé a casa fue de los padres y no del hijo mayor.
  6. Es importante no cambiar las rutinas de casa. Si existía un horario de comidas, un lugar para comer, una rutina a la hora de dormir, etc., eso no debe cambiar. Las rutinas o rituales dan mucha seguridad a los niños. El hijo mayor debe saber que su hogar sigue siendo estable.
  7. Ojalá papá pueda sacar un tiempo para jugar con el hijo mayor. Un tiempo especial de los dos que los una mientras mamá se encarga del recién nacido.
  8. Cuando el bebé ya tenga 3 meses podemos organizar una “tarde solitos”. Una tarde en la que mamá y el hijo mayor hagan algo juntos y solos. Ir al parque, a cine, leer cuentos, visitar un amigo, ir al mercado, etc., un plan exclusivo donde puedan fortalecer el vínculo y hablar de cosas que a veces no alcanzan por la premura del tiempo.
  9. También hay que evitar hacer comparaciones entre un hermano y otro enfatizando las virtudes de uno y los defectos del otro. En la misma línea de acción, no es aconsejable pedirle al hermano mayor que ceda frente a los pedidos del menor “para que éste no llore”. En lugar de eso, establecer reglas claras y justas para el uso de los juguetes, por ejemplo, puede ayudar.

Es normal que el hermano mayor se sienta desplazado. De hecho es una realidad, ahora debe compartir el tiempo de sus padres con el bebé. Puede manifestar sus celos de muchas maneras. Si aún no habla, puede ponerse irritable, llorón, puede dejar de comer o cambiar la rutina del sueño para llamar la atención y retener más tiempo a sus padres. Si habla, puede ponerse grosero y decir cosas como “ya no te quiero”, etc. Los padres son los adultos y deben entender que esto es normal. No pueden ponerse al nivel de los niños y engancharse en la pelea. Hay que dejarles expresar sus sentimientos y decirles: “quizás lo que sientes es celos”. Es normal, yo te entiendo y aquí estoy para acompañarte en este proceso.

Algunos niños suelen ponerse agresivos. O con mamá o con el bebé. Es normal. Lo importante es mostrarle que lo comprenden pero que a pesar de su sentimiento no se debe pegar. Las normas y los límites deben ser concretos, coherentes y estables más aún en esta etapa de transición. Eso les da mucha seguridad a los niños y les permite adaptarse más rápidamente.

Muchos padres se preguntan cuál es la edad ideal para recibir un hermano, o cuánto tiempo es bueno para que se lleven de diferencia entre hermanos. La respuesta, es que cada edad trae su lado positivo su lado complicado. Si el mayor sigue pequeño como 18 meses hasta los 2 años y medio es quizá más duro para la mamá porque aún tiene a un bebé en casa y son ahora dos a los que hay que ayudar. No es independiente y requiere del adulto para bañarse, comer, dormirse jugar, etc.

A estas edades es aún más difícil entender el desplazamiento y manejar sus celos y autocontrol. Sumado a esto, está pasando por la etapa más difícil de la crianza que es alrededor de los 2 años cuando aparecen las pataletas, el negativismo y continua siendo egocéntrico. Sin embargo, el hecho de llevarse poco tiempo, va a favorecer a que pronto sean amigos y tengan juegos comunes. Eso ayuda mucho a la mamá quien tendrá más tiempo mientras sus hijos juegan juntos.

Cuando el mayor tiene 3 años y medio en adelante, facilita las cosas en un comienzo, pues ya no tiene pañal y puede ser más independiente en sus proceso de autoayuda. Comprende mejor que debe compartir a su mamá y puede auto-controlarse. Sin embargo una distancia de 4 años muchas veces no les permite compartir muchas actividades por la diferente etapa en la que se encuentra. Así pues, no existe la edad ni el momento ideal, debemos comprender y saber manejar por cual etapa de desarrollo está pasando nuestro hijo para saber cómo va a reaccionar y podamos entender y satisfacer sus necesidades con inteligencia y mucho amor.

Recuerden que es una época y en un tiempo la recordaremos con risa y nostalgia. Los hijos crecen muy rápido y los momentos difíciles pasa. Sin embargo, estos MOMENTOS CLAVES son determinantes para la madurez de nuestros hijos. Dependiendo de cómo los manejemos favorecemos o no al desarrollo de su inteligencia emocional. Es un momento clave para enseñarles, respeto, tolerancia, amor, paciencia y auto-control.

Estos momentos que parecen tan difíciles suelen dejar grandes frutos si los afrontamos con conciencia y responsabilidad.

Juanita Boada